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ACRISOLADO DIAMANTE

Actualizado: 27 abr 2021


Miles de personas a diario andan desconcertados, oprimidos, deprimidos o inmoralmente perdidos por ignorar el propósito por el cual están en esta tierra. Y tristemente muchos mueren sin conocerlo, ni cumplirlo.

En la Escritura se haya el siguiente verso: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30

Estas fueron las palabras de Juan el Bautista al completar su propósito en la tierra.

Menguar no es exactamente lo que las personas piensan, cuando de un propósito se trata. ¡Todos piensan en lo grande!

Reconocimiento, fama, estatus, etc. Sin embargo; cuando se encuentra un diamante, está áspero y oscuro como una piedra corriente. Requiere mucho tiempo pulirlo y es un trabajo muy difícil. Un pedazo de metal lo sujeta cerca de la superficie de una rueda grande que gira continuamente. Sobre esa rueda se pone polvo de diamante muy fino, porque no existe ninguna otra cosa que sea lo suficientemente duro como para pulir el diamante. Éste trabajo continúa durante meses y algunas veces durante años antes de llegar a su fin.

Si el diamante está destinado a un rey, se le dedicará más tiempo y más trabajo.

Entonces, ¡qué importa que la joya preciosa se rasgue y se corte hasta que sus quilates se reduzcan diez veces! Cuando se termine de esculpir y de pulir brillará con mil destellos de luz reflejada. El valor de cada quilate se multiplicará cien veces mediante el proceso de reducción y la amenaza de destrucción.


Necesitamos dejarnos encontrar; porque somos esas piedras perdidas en lugares extremos.

Entonces, una vez encontrados en nuestras cuevas, hoyos y cavernas de nuestra vida pecaminosa, somos como una dura piedra que necesita ser trabajada y reducida; y aún más porque estamos destinados para el Rey de reyes. En nuestro proceso de reducción, de hacernos pequeños; Él crece y nuestro valor aumenta cien veces más.


Es necesario comprender que, sobre cualquier otro propósito definido de nuestra existencia, está el hecho de que necesitamos crecer a la estatura del tamaño de Cristo y eso no será posible si primero no somos reducidos, si no nos negamos a nosotros mismos, si no menguamos para que Él crezca. Nuestras pruebas, dolores, aflicciones y cada amenaza de destrucción se convierten en ese polvo de lija que en la rueda del Pulidor por excelencia nos va acrisolando.


Confiemos en su trabajo pulidor de amor para que «la fe nuestra, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele» 1 Pedro 1:7.


Dejemos que por algun tiempo indefinido nuestras pruebas nos amenacen, rasguen y corten porque las joyas más excepcionales soportan el esmerilado más severo.

«Porque somos hechura de Dios» Efesios 2:10.


Bien lo escribió Salomón: «Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente...» Ezequiel 3:9

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