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¡INVITADOS!



Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Lucas 14:17-18

Las Escrituras describen al reino de Dios como una fiesta y una de la que Jesús dice «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» (v.15).

Jesús es el anfitrión de esta fiesta. El hijo de Dios nos invita a experimentar la abundancia de hospitalidad y de amor del Dios Padre. Ya todo está listo para que todos los invitados lleguen y reciban de él. Como siempre sus palabras demuestran que, si venimos a Dios, encontramos que Él está listo para nosotros. No se estará solo con el anfitrión; es la presencia de otros invitados lo que hace de ella una fiesta de celebración.


La comida que Jesús suministra satisface el hambre del corazón llenando el vacío espiritual. Colma el hambre de significado y propósito en la vida, de perdón y de vida después de la muerte. La bebida del banquete satisface la sed espiritual que hay en todo corazón humano.

Normalmente, esto puede ser identificado exactamente con el tipo de ocasión en que la gente estaría encantada de asistir y ser muy feliz de haber sido invitada. Sin embargo, y tristemente mucha gente no lo ve como un banquete, sino como algo aburrido. Dan excusas por las cuales no pueden asistir. «Pero todos, sin excepción, comenzaron a excusarse» (v.18).


Las excusas comienzan a explicar el por qué se rechaza una invitación tan maravillosa. Esto responde a una importante pregunta hecha por muchos: Si el cristianismo es tan cierto y bueno, ¿por qué no abrazarlo más? ¿Por qué no aceptar la invitación? Veamos…

La excusa de una persona son sus prioridades. «Acabo de comprar un terreno y tengo que ir a verlo. Te ruego que me disculpes» (v.18). La segunda excusa son las posesiones: «Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas. Te ruego que me disculpes» (v.19). La tercera tiene que ver con otras personas: «Acabo de casarme y por eso no puedo ir» (v.20).

Cuando las analizamos, vemos que son excusas malísimas. Cada una de ellas es totalmente irracional y perfectamente absurda. No hay ninguna urgencia de ir a ver un campo que acaba de ser comprado o en probar cinco yugos de bueyes. No falta el espacio en esta fiesta, por lo que, el hombre recién casado podría haber asistido acompañado de su esposa.


Aun hoy en día no hay diferencia en la respuesta a las palabras de Jesús: cuando la gente recibe la invitación a la gran fiesta del reino de los cielos, «todos, sin excepción, comienzan a excusarse» (v.18). Y las excusas revelan igualmente que Dios no es la prioridad, que el corazón del hombre está en las poseciones y que muchas personas parecen estorbar el propósito de Dios.


Hoy una vez más estás siendo invitado. Asegura tu presencia en esta fiesta, porque el gran día se acerca. Ese gran día se acabarán las oportunidades para dar excusas. Entonces, confirma tu asistencia hoy mismo.

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